En la primera mitad del siglo XIX el movimiento cartista inglés reivindicaba, entre otras cosas, que no fuera necesario ser propietario para pertenecer al Parlamento así como el pago de dietas a los que formaran parte de él. El objetivo era conseguir que los obreros pudieran pertenecer a las instituciones políticas para poder defender mejor sus intereses, cuestión que precisaba acabar con el monopolio de los propietarios con fortuna.
Hace poco un compañero que formó parte de los primeras corporaciones locales democráticas, en representación del PCE, recordaba como el día de cobro en el Ayuntamiento entregaban todo el dinero percibido por dietas o liberaciones al responsable del partido para que lo redistribuyera, de forma y manera que a cada uno le compensara los gastos que hubiera tenido o los salarios que pudiera haber perdido por su condición de concejal. La filosofía era muy clara, nadie debía perder dinero por su dedicación política, pero nadie podía ganarlo.
Detrás de estas dos historias hay una forma de entender la política y, sobre todo la representación en las instituciones: uno es minero, abogado, catedrático o electricista y circunstancialmente se dedica a una tarea para la que fue propuesto y elegido en un momento determinado.
Vaya por delante mi convencimiento de que no todos los políticos son iguales, ni tampoco todos los partidos, pero creo que hoy en día se ve y se vive esta actividad como una profesión. Quizás de esa forma de entender la política se deriven algunos de los males que, en este terreno, sufre este país. Cuando uno es un profesional trata de progresar en el escalafón, procura no perder su puesto de trabajo, intenta asegurar su vida futura… Lo peor de todo es que puede acabar considerando que las herramientas y los medios con los que trabaja son de su propiedad y hasta pensando que aquellos que no son del oficio, aunque sean quienes le hayan elegido, son incapaces de entender su compleja tarea… al fin y al cabo cualquier profesional es un experto en lo suyo.
Sé que soy un trasnochado que no es capaz de asumir que los tiempos han cambiado, que la política hoy tiene que ser como es, pero sigo pensando que no sólo hace falta una política diferente sino también una forma diferente de hacer política.